Tiempo Ordinario del Ciclo C

La gloria del Señor se ha manifestado y se continuará manifestando entre nosotros, hasta el día de su retorno glorioso. En la sucesión de cada uno de los domingos de este Tiempo Ordinario, recordamos y vivimos los misterios de la salvación.

 

El Tiempo Ordinario se divide en dos partes dentro del año litúrgico: La primera parte, se inicia después de la época de Navidad hasta el miércoles de ceniza donde se interrumpe para dar paso al Tiempo de Cuaresma. La segunda parte, se reanuda el día después de Pentecostés hasta el domingo 33 o 34 (según el ciclo) donde finaliza el año litúrgico con la Festividad de Cristo Rey del Universo, dando comienzo el nuevo Tiempo de Adviento.

El Tiempo Ordinario, caracterizado por las vestiduras litúrgicas verdes, es tiempo de camino y esperanza. En él, nosotros debemos buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios. Debemos crecer en nuestras tareas ordinarias: matrimonio, vida espiritual, vida profesional, en el trabajo, en el estudio, en las relaciones humanas, etc.,

Es tiempo de gracia y salvación. Encontraremos a Dios en cada rincón de nuestro día. Basta tener ojos de fe para descubrirlo, no vivir miopes y encerrados en nuestro egoísmo y problemas. Dios va a pasar por nuestro camino una y otra vez, dándonos nuevas oportunidades durante todo este tiempo para contactar y mirar en cada momento del día con Cristo Apóstol que desde temprano, desde primera hora del día, nos llevará a orar al Padre.

La Iglesia ha clasificado las lecturas bíblicas para los Domingos en tres ciclos: A, B, y C.

Hay una primera lectura tomada del Antiguo Testamento, excepto durante el tiempo pascual que se proclaman los Hechos de los Apóstoles. Sigue el salmo responsorial, con una respuesta cantada por la asamblea. Después se proclama la segunda lectura, tomada básicamente de las cartas apostólicas del Nuevo Testamento. Una vez finalizada la segunda lectura, se canta el Aleluya (durante la Cuaresma se canta una aclamación en lugar del Aleluya).

En el evangelio dominical el orden de los ciclos A, B, C, coincide con los tres primeros evangelios del Nuevo Testamento, los evangelios sinópticos; es decir durante el ciclo A se lee cada domingo el evangelio según San Mateo, durante el ciclo B se lee cada domingo el evangelio según San Marcos y San Juan y durante el ciclo C se lee cada domingo el evangelio según San Lucas.

También y para todos los días, las lecturas bíblicas las clasifica con el año par e impar.  Las lecturas se dividen en dos grupos que se van alternando según sea el año par o año impar del año civil. Si por ejemplo 2022 es año par y 2023 será año impar. Par e impar sólo afecta a las lecturas y al salmo no al evangelio, el evangelio siempre es el mismo sea año par o impar. Quien asiste a misa todos los días también tiene la oportunidad de escuchar incluso más textos que en los Domingos.

En los días laborables del tiempo ordinario (también llamados “días feriales”), las lecturas están organizadas en una serie de treinta y cuatro semanas. A diferencia de los domingos, los días feriales sólo tienen una primera lectura y el evangelio. Cabe decir que ambas lecturas siguen dos líneas diferentes y sin relación.

El evangelio se repite cada año igual y nos ofrece una lectura continuada de los tres evangelios sinópticos, uno detrás del otro. Empezamos por Marcos con una lectura que dura nueve semanas, porque es el más antiguo, seguimos con Mateo que dura doce semanas, y acabamos con Lucas que dura trece semanas. No leemos los textos de la pasión y la resurrección, como tampoco los evangelios de la infancia de Jesús, que se leen en sus tiempos propios. También se saltan algunos pasajes que están repetidos en los tres evangelios o en dos de ellos.

En cambio, la primera lectura, está distribuida a lo largo de dos años, en que se leen libros tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. Los libros del Antiguo Testamento como los del Nuevo Testamento no se leen siguiendo el orden de la Biblia, sino que se van alternando, para poder tener una mirada amplia y variada del mensaje de salvación. De todo este conjunto de libros se han seleccionado los pasajes más relevantes, si bien con diferente criterio: en el caso de las cartas apostólicas (Nuevo Testamento) se intenta seguir el hilo de cada carta; en los libros del Antiguo Testamento, se seleccionan los pasajes más significativos.

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