San Pedro y San Pablo, columnas de la fe cristiana

 

Pedro (Simón) y Pablo (Saulo) son apóstoles, testigos de Jesús que dieron un gran testimonio. Se dice que son las dos columnas del edificio de la fe cristiana. Dieron su vida por Jesús y gracias a ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo.

Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos por unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas originales. En 1915 se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros de los sepulcros, expresiones piadosas que ponían de manifiesto la devoción por San Pedro y San Pablo desde los inicios de la vida cristiana. Se cree que en ese lugar se llevaban a cabo las reuniones de los cristianos primitivos. Esta fiesta doble de San Pedro y San Pablo ha sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces.

El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día especialmente su intercesión por nosotros.

En las últimas décadas, esta fiesta ha sido de importancia para el moderno movimiento ecuménico como una ocasión en la que el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla han oficiado servicios diseñados para que sus iglesias más cerca de intercomunión, como participación en lo común. Este es especialmente el caso durante el pontificado de Juan Pablo II, tal como se refleja en su encíclica, Ut Unum Snt

Tan atrás como en el siglo cuarto se celebraba una fiesta en memoria de los Santos Pedro y Pablo en el mismo día, aunque el día no era el mismo en Oriente que en Roma. El Martirologio Sirio de fines del siglo cuarto, que es un extracto de un catálogo Griego de santos del Asia Menor, indica las siguientes fiestas en conexión con la Navidad (25 de diciembre): 26 dic. San Estéban; 27 dic. Santos Santiago y Juan; 28 dic. Santos Pedro y Pablo.
La fiesta principal de los Santos Pedro y Pablo se mantuvo en Roma el 29 de junio tan atrás como en el tercero o cuarto siglo. La lista de fiestas de mártires en el Cronógrafo de Filócalo coloca esta nota en la fecha – «III. Kal. Jul. Petri in Catacumbas et Pauli Ostiense Tusco et Basso Cose.» (=el año 258) . El «Martyrologium Hieronyminanum» tiene, en el Berne MS., la siguiente nota para el 29 de junio: «Romae via Aurelia natale sanctorum Apostolorum Petri et Pauli, Petri in Vaticano, Pauli in via Ostiensi, utrumque in catacumbas, passi sub Nerone, Basso et Tusco consulibus» (ed. de Rossi–Duchesne, 84).
La fecha 258 en las notas revela que a parir de ese año se celebraba la memoria de los dos Apóstoles el 29 de junio en la Vía Apia ad Catacumbas (cerca de San Sebastiano fuori le mura), pues en esta fecha los restos de los Apóstoles fueron trasladado allí (ver arriba). Más tarde, quizá al construirse la iglesia sobre las tumbas en el Vaticano y en la Vía Ostiensis, los restos fueron restituidos a su anterior lugar de descanso: los de Pedro a la Basílica Vaticana y los de Pablo la iglesia en la Vía Ostiensis.

San Pedro.

Tiene dos nombres, uno (Simón) se lo dio su familia, allá en Betsaida, el otro (Cefás o piedra) lo recibió de Jesús. Su vida parece marcada por tres momentos importantes. La hora de la Llamada. La hora de la pregunta. La hora de la huida y del retorno.
LA HORA DE LA LLAMADA
“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”

Según Juan ocurrió en Judea. Hay unos discípulos del Bautista que deciden seguir a Jesús. Uno es Andrés, el cual le pasa la voz a su hermano: “Hemos encontrado al Mesías”. Y le llevó donde Jesús que le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que quiere decir piedra” (Jn.1,40)

-Según los Sinópticos la llamada ocurre en Galilea, junto al lago de Genesaret. “Caminando vio a dos hermanos, Pedro y su hermano Andrés. Y les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. (Mt. 4,18).

El relato de la vocación de Pedro parece concebido según un esquema de tres momentos. Un punto de partida: dejar las redes, la barca la familia. Un punto de llegada: ser pescadores de hombres. Y una invitación que marca el camino: “venid conmigo”.

No se pueden dejar las redes sin haber vislumbrado algo importante. Simón es pescador y Jesús lo llama a ser pescador de hombres. El Señor llama y pide conservar el talante y los talentos con el fin de ponerlos al servicio de una nueva misión. Y todo tiene un eje, un punto de apoyo: Estar con él. Sin esa intimidad no es posible ser pescador de hombres.

LA HORA DE LA PREGUNTA.

(Pietro Perugino): Cristo entrega a Pedro las llaves del reino de los cielos (Fresco de la Capilla Sixtina)

Pedro había decidido seguir a Jesús, a toda costa, en todas partes, aunque fuera caminando sobre las aguas. Lo siguió también hasta Cesarea de Filipo donde Jesús plantea a sus discípulos una doble pregunta. ¿Quién dice la gente que soy yo?” y “Vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. A la primera pregunta responden con la simple información. La segunda requiere la confesión del creyente y Pedro lo confiesa como el Mesías o el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt. 16,16).

Jesús contesta a Pedro con una bienaventuranza: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt.16,17) Y luego el Señor, prosigue con un juego de signos, favorecido por la roca dorada de la que brota el manantial donde nace el río Jordán: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos… (Mt.16,18-19).

Pedro es la piedra del cimiento para la nueva comunidad; a él se le entregan las llaves. Una tarea que no será fácil. Ha confesado a Jesús como Mesías, pero no está dispuesto a seguir a un Mesías perseguido y sacrificado que morirá en la cruz. Aquí está el drama de Pedro.

LA HORA DE LA HUIDA Y EL RETORNO.

“Pedro, me amas más que estos?”

Pedro siguió a Jesús hasta la casa de Jairo, lo siguió hasta la cumbre del monte de la transfiguración donde propuso hacer allí tres tiendas. Lo había seguido fielmente. Pero en la cena, Jesús parecía desconfiar de él. Anunciaba que renegaría de él. Pedro contestó nervioso, como si le molestara que su Maestro dudara de él: “Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré”.

Lo siguió hasta el huerto de Getsemaní. Se durmió, ciertamente, pero trató de defender con la espada aquel Nazareno que rechazaba toda defensa. Aun lo siguió hasta el palacio del sumo sacerdote. Nunca entendió por qué lo negó tres veces.

Pedro recordaría para siempre la mirada de Jesús, el canto del gallo y su propio llanto. Después se encerró en una dolorosa ausencia y en un largo silencio de amargura que sólo lograría romper el grito mañanero de María Magdalena.

Desde entonces ya nada sería igual. Trató alguna vez de volver a pescar en el lago pero el Señor se hacía siempre el encontradizo a la luz de la mañana. El Señor le pedía una nueva declaración de su fidelidad primera con tres preguntas: “¿me amas más que estos?”- “¿me amas?” – “¿Me quieres?”. Y por tres veces Jesús le encomienda el cuidado de aquel pequeño rebaño, que era el suyo: “Apacienta mis corderos” – “Apacienta mis ovejas”. Jesús le indicó la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios y añadió: “Sígueme”.

Ahora la misión estaba clara, una misión difícil, pero el Espíritu Santo lo llenaría de su fuerza para anunciar la resurrección de Jesús, para levantar a los tullidos y resucitar a los muertos, para dar testimonio de Jesús ante su pueblo y también entre los paganos.

Pedro es el prototipo de los seguidores del Señor. En él encontramos el frescor de la llamada y la radicalidad de quien lo deja todo, el entusiasmo del que comienza y la hospitalidad del creyente, las dudas de la noche del espíritu y el fulgor de los días de gloria, las promesas más ingenuas y el desengaño de las propias caídas, la huída y el reencuentro, el miedo y el valor para anunciar la vida del Maestro, la identificación con su misión y la aceptación de su propia suerte.

MAS DATOS DE LA VIDA DE SIMON.

Creció entre el agua y la arena. Luego fue su gozo la humedad plateada y saltarina de los peces que se agitaban en la red. Recorría las calles de Betsaida con las cestas llenas acompañado de su padre Jonás y su hermano Andrés para vender la pesca. También pasaron horas remendando las redes, recomponiendo maderas y renovando las velas.

Se casó a una edad temprana, más bien joven. Era amigo de los Cebedeos, de Santiago y Juan, que eran de su mismo oficio. A veces, se sentaban en la plaza y, con voz queda, comentaban lo que estaba en el ambiente pleno de ansiedad y con algo de misterio; hablaban del Mesías veniente y de la redención de Israel. En la última doctrina que se explicó en la sinagoga el sábado pasado se hablaba de Él. Juan, el hijo de Zacarías e Isabel, ha calentado el ambiente con sus bautismos de penitencia en el Jordán.

Andrés está fuera de sí casi, gritándole: ¡Lo encontré! ¡Llévame a él!, le pidió. Y la aventura hacia el encuentro se realizó con un resultado que casi no se puede describir por la mezcla de sorpresa, alegría y misterio; desde entonces no se le quita de la cabeza lo que le dijo el Rabbí de Nazaret: ¡Te llamarás Cefas! Un día se montó en su barca y desde ella habló a la gente embelesada; luego entraron mar adentro y quiso que echara la red precisamente cuando no había peces, pero, maravillado, observa que se llena tanto que está para romperse, ¡milagro! Y… ¡pescador de hombres!

Lleno de entusiasmo es Pedro el capitán de los doce. Piensa que se presenta un buen porvenir. Continúa siendo tosco, rudo, quemado por el sol y el aire; pero él es sincero, explosivo, generoso y espontáneo. Cuando escucha atento a Jesús que dijo algo a los ricos, tiempo le faltó para afirmar «nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué será de nosotros?». Oye hablar al Maestro de tronos y piensa de repente, sin pensarlo ‘Seré el primero’. Aquello le mereció una reprimenda del Señor, pero es que dice unas cosas que son tan difíciles de entender, que uno se hace un lío; el otro día le oyó decir que eran felices los pobres y los que sufrían y los que recibían humillaciones. Lo vio transfigurado en el monte Tabor y aquello sí que le iba, quiso quedarse allí un buen rato. Es el fanfarrón humillado en la Pasión. Pedro es arrogante para tirarse al agua del lago y al mismo tiempo miedoso por hundirse. Cortó una oreja en Getsemaní y luego salió huyendo. Es el paradigma de la grandeza que da la fe y también –sin tapujos– de la flaqueza de los hombres. Se ve en el Evangelio descrita la figura de Pedro con vehemencia para investigar; protestón ante Cristo que quiere lavarle los pies y noble al darle su cuerpo a limpiar. Es el primero en las listas, el primero en buscar a Jesús, el primero en tirar de la red que llevaba ciento cincuenta y tres peces grandes; y tres veces responde que sí al Amor con la humildad de la experiencia personal.

Ahora es Papa infalible sobre corderos y ovejas porque lo cambió Jesús a pastor. Con el Espíritu Santo, después de aquel pentecostal huracán celeste, va por las plazas y calles en Jerusalén, y de pueblo en pueblo, contando la vida de Jesús de Nazaret, lo que enseñó y lo que hizo, afirma que murió en la cruz y está vivo, asegura que él lo ha visto; dice estas cosas en la casa del amigo, junto al fuego, y en el pórtico del templo. Crecido el pequeño aprisco primero y con muchos más peces en la red, en un concilio determina lo que es bueno para todos.

Roma no está tan lejos. Pedro está allí hablando a los miserables y a los esclavos, prometiendo libertad para ellos, hay esperanza para el enfermo y hasta el pobre se llama bienaventurado; los menestrales, patricios y militares… todos tienen un puesto; ¿milagro? resulta que todos son hermanos. Y saben que es gloria sufrir por Cristo.

Nerón, el monstruo humano, se divierte con incendio y lira en mano. Para no ser acusado, desvía el golpe mirando a los cristianos. Sí, son ellos los enemigos del pueblo y del género humano, son ellos los incendiarios. Decreto, sangre y muerte. En la cárcel Mamertina está encerrado, sin derechos; no es romano, es solo un judío y es cristiano. Comparte con el Maestro el trono: la cruz, cabeza abajo.

En el Vaticano sigue su cuerpo unificante y venerado de todo cristiano.

TRAS LA MUERTE DE JESÚS Y LA AUTORIDAD DE PEDRO

Tras la muerte de Jesús, la figura de Pedro es menos precisa. Los Hechos de los apóstoles , sin embargo, presentan a Pedro como una figura crucial de las primeras comunidades cristianas; es él quien preside la selección para la sustitución de Judas Iscariote ; es él quien toma la palabra y se dirige a la multitud el día de Pentecostés ; es él quien castiga la mentira de Ananías y Safira a los Apóstoles ; es él, quien es examinado públicamente por el Sanedrín junto con Juan.

Es el primer apóstol que supuestamente obra un milagro público: tras invocar el nombre de Jesús, los cristianos afirman que cura milagrosamente a un hombre a las puertas del templo de Jerusalén .En otra oportunidad, afirma que resucita a una mujer (Hechos 9,36).

Se reafirma juez en el caso de Simón el Mago, quien pretende comprar el poder de invocar al Espíritu Santo. Emprende misiones a Lida, Jaffa y Cesarea.

De acuerdo con los Hechos de los Apóstoles, Pedro y Juan fueron enviados de Jerusalén a Samaria, Palestina para invocar al Espíritu Santo que descendiera sobre los fieles de aquella región.

Posteriormente, Pablo de Tarso, luego de su conversión y de tres años de residencia en Arabia y Damasco, fue a Jerusalén a conocer a Pedro, con quien estuvo quince días.

Aproximadamente en el 42-44 d.C. Pedro, quien se hallaba en Jerusalén, fue encarcelado por el rey Herodes Agripa I, pero fue liberado por un ángel. Después de su liberación milagrosa, Pedro saldría de Jerusalén para marcharse a «otro lugar».

Tiene una intervención destacada en el Concilio de Jerusalén (50-51 d.C.), cuando Pablo sostiene que el mensaje de Jesús debe extenderse también a los gentiles.

En todos estos ejemplos, en los que la figura de Simón Pedro se destaca por encima del resto de los apóstoles, ha visto la Iglesia una confirmación de su primado. La predicación de Pedro, sin embargo, estuvo por lo general en los primeros años limitada al pueblo judío a diferencia de Pablo que predicaba a los «gentiles» aunque fue Pedro quien bautizó al primer cristiano no judío de nombre Cornelio y a su familia, en Cesarea, debido a una visión tenida en Joppe .Más tarde, según la tradición católica, se trasladaría a Roma.

El autor de los Hechos, sin embargo, se centra luego en las obras de Pablo de Tarso, por lo que de los años posteriores es mucho lo que se ignora.

CAMINO A ROMA

De acuerdo con la epístola a los Gálatas, Pedro se trasladó a Antioquía, donde Pablo lo encontró más tarde. Según los escritos de Orígenes y de Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica, Pedro habría sido el fundador de la Iglesia de Antioquía: «después de haber fundado la iglesia de Antioquía, fue a Roma a predicar el Evangelio, y él también, después de presidir la iglesia en Antioquía, presidió la de Roma hasta su muerte».

Después de presidir la iglesia de Antioquía por un tiempo, Pedro habría sido sucedido por Evodio de Antioquía, y después por Ignacio de Antioquía.

La primera epístola a los Corintios deja entrever que Pedro quizá visitó la ciudad de Corinto, en Grecia, durante sus misiones.

Pedro se habría trasladado a Roma mientras Pablo se quedaba en Jerusalén. Allí habría participado en grupos de cristianos ya establecidos en Roma.

Según la Tradición, Pedro y Pablo habrían sido los fundadores de la Iglesia en Roma y habrían elegido a Lino como sucesor, de acuerdo con Ireneo de Lyon en su libro Contra las Herejías .

Eusebio de Cesárea relata que cuando Pedro le hace frente a Simón el Mago (mencionado en Hechos 8) en Judea, Simón huye a Roma donde los romanos le consideraron como un dios. De acuerdo con Eusebio, su suerte no duró mucho, ya que Dios envió a Roma a San Pedro y Simón quedó apagado y destruido.

San Jerónimo afirma que: Pedro, después de haber sido obispo de la iglesia de Antioquía y haber predicado a la dispersión avanzó a Roma en el segundo año de Claudio para derrocar a Simón el Mago y sostuvo la silla sacerdotal allí durante veinticinco años.

MUERTE DE PEDRO

La tradición católica de los Padres de la Iglesia narra que Pedro acabó sus días en Roma, y que allí murió martirizado bajo el mandato de Nerón en el Circo de la colina vaticana o en sus proximidades, sepultado a poca distancia del lugar de su martirio y que a principios del siglo IV el emperador Constantino I el Grande mandó construir una gran basílica sobre su sepultura.

Tumba de San Pedro en Roma

-El texto apócrifo “Hechos de Pedro”, escrito en el siglo II, relata que Pedro murió crucificado cabeza abajo. La famosa frase «Quo Vadis?» -«¿A dónde vas?» viene del mismo texto, y dice así:

La Crucifixión de Pedro, de Caravaggio, lo representa con la cabeza hacia abajo, de acuerdo con la tradición.

Y mientras salía de la ciudad, vio al Señor entrar en Roma. Y cuando Pedro lo vio, dijo: ¿a dónde vas Señor? – Quo Vadis? Y el Señor le dijo: Voy a Roma para ser crucificado. Y Pedro le dijo: Señor, ¿vas a ser crucificado otra vez? Él le dijo: Sí Pedro, voy a ser crucificado de nuevo. Y Pedro, habiendo contemplado al Señor ascender al cielo, regresó a Roma, glorificando al Señor.

Lactancio nos relata en su obra Sobre la muerte de los perseguidores (318 d.C.) lo siguiente: Él [Nerón] fue el primero en perseguir a los siervos de Dios. Él crucificó a Pedro y él mató a Pablo.

Orígenes en su Comentario al libro del Génesis III, citado por Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica I, dice que Pedro pidió ser crucificado cabeza abajo por no considerarse digno de morir del mismo modo que Jesús.

Flavio Josefo relata que la práctica de crucificar criminales en posiciones distintas era común entre los soldados romanos.

San Pablo.

San Pablo. Cuadro pintado por el Greco

Saulo (Saúl) pertenecía a la tribu de Benjamín. Nació en Tarso de Cilicia en los primeros años de nuestra era. Siendo todavía joven presenció y aprobó la lapidación de Esteban, hacia el año 36 y que ya se consideraba anciano cuando escribía a Filemón en torno al año 60. Su puesto es definitivo en la marcha de las primeras comunidades cristianas y su figura gigantesca.

Admiramos la riqueza que le daba su pertenencia a tres culturas: era hebrero de raza y religión; conocía la lengua y el estilo de las ciudades helenistas y poseía la ciudadanía romana. En Chipre asumió el nombre de Pablo.

En cuanto creyente sabemos que fue un celoso judío, perteneciente al grupo de los fariseos y que tras su conversión fue un apasionado seguidor del Señor. Podemos enmarcar su vida en tres aspectos importantes: el de perseguidor de los cristianos; el de apóstol del Evangelio y el de testigo de la vida resucitada de Cristo.

EL PERSEGUIDOR.

El libro de los Hechos de los Apóstoles nos ofrece por tres veces el relato de la conversión de Saulo. El primero está redactado en forma de crónica. Los otros dos son confesiones del mismo Pablo: una vez en arameo ante los judíos amotinados contra él en Jerusalén y otra vez, seguramente en griego, ante el rey Agripa, su hermana Berenice y el procurador Porcio Festo. Seguramente el más impresionante es el segundo de ellos que está articulado en tres partes (Hechos capítulo 22).

PRIMERA PARTE.

Pablo se refiere a sus orígenes familiares y religiosos: “Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley; estaba lleno de celo por Dios. Yo perseguí a muerte a este Camino como puede atestiguármelo el sumo sacerdote y todo el Consejo de ancianos. De ellos recibí también cartas para los hermanos de Damasco y me puse en camino con intención de traerlos encadenados a Jerusalén.

SEGUNDA PARTE

Conversión de Saulo (Miguel Ángel)

En esta segunda parte, Pablo cuenta su conversión: “Pero yendo de camino, hacia el mediodía, me envolvió de repente una gran luz venida del cielo; caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?”. Y respondí: ¿Quién eres, Señor?” y él a mí: “Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues”. Yo dije: “¿Qué he de hacer, Señor?” Y el Señor me respondió. “Levántate y vete a Damasco; allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas”.

Ananías cura a Pablo

Un tal Ananías, hombre piadoso según la Ley, bien acreditado por todos los judíos vino a verme y me dijo: “Saúl, hermano, recobra la vista”. Y en aquel momento le pude ver. El me dijo: y ahora, a qué esperas?. Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre”.

TERCERA PARTE

Pablo evoca una experiencia espiritual vivida en ese mismo templo de Jerusalén en la que Jesús le revela que su propio pueblo no aceptará su mensaje, mientras que ha sido elegido para anunciar el Evangelio a los gentiles. “Habiendo vuelto a Jerusalén y estando en oración en el Templo, caí en éxtasis y le vi a él que me decía: “Date prisa y marcha inmediatamente de Jerusalén, pues no recibirán tu testimonio acerca de mí”. Y me dijo: “Marcha”, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles”.

EL APOSTOL

Tras su conversión marcha a Arabia de donde nuevamente vuelve a Damasco. De allí a tres años, sube a Jerusalén para conocer a Cefas y permanece quince días con él. Luego va por las regiones de Siria y Cilicia. Pablo se incorpora a la comunidad de Antioquia de Siria a la que había sido presentado por Bernabé.

PRIMER VIAJE

Con Bernabé emprende su primer viaje misionero por la isla de Chipre y por las regiones continentales de Panfilia, Pisidia y Licaonia. Habian sufrido persecuciones, él había sido lapidado y habían tenido que huir de varias ciudades, pero habían ganado nuevos hermanos por todas partes. Aquella incorporación de los paganos, había suscitado algunas suspicacias. El mismo Pablo las recuerda con toda intención:

“Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. Subí por una revelación y les expuse el Evangelio que proclamo ente los gentiles para saber si corría o había corrido en vano.

Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos extendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé; nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos; sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosas que he procurado cumplir con todo esmero” (Gálatas 2,1-10)

SEGUNDO VIAJE

Tras aquella subida a Jerusalén, Pablo había vuelto a Antioquia y desde allí había emprendido su segundo viaje sin Bernabé. Sus deseos eran dirigirse hacia el Norte pero el Espíritu de Dios lo impulsaba al Oeste. En Tróade había tenido una visión de un macedonio que lo invitaba a pasar a Europa. Desembarcó en Neápolis y siguiendo la Vía Egnatia llegó a Filipos donde fundó una comunidad que siempre fue muy querida.

Discurso de Pablo en Atenas

Pasó por Tesalónica y llegó hasta Atenas donde el más elaborado de sus discursos fue despreciado, sin embargo, los de Corinto con todos sus defectos aceptaron el Evangelio que les anunció durante año y medio. Por último, haciendo escala en Éfeso, fue por mar a Cesarea y subió a Jerusalén y volvió a Antioquia.

 

TERCER VIAJE

En un tercer viaje, Pablo pasó por Galacia, Frigia y Lidia y llegó a Éfeso donde se quedó durante más de dos años. Volvió a visitar las comunidades de Macedonia y Grecia, siguiendo el itinerario del segundo viaje y se detuvo algunos meses en Corinto. A la vuelta se detuvo en Tróade, hace escala en Mileto, donde se despide de los presbíteros de Éfeso y llega a Cesarea y Jerusalén. Allí le espera la furia de sus hermanos judíos.

PRISIONERO EN JERUSALEN.

Algunos judíos de la provincia de Asia, vieron a Pablo en el recinto del Templo y la acusaron de violar la Ley y haber profanado la santidad del templo introduciendo algunos griegos; intentaron matarlo en una revuelta de la que fue salvado por las autoridades romanas que no encontraron otro modo de defenderlo que meterlo en la cárcel, primero en Jerusalén y luego en Cesarea.

Pablo no se dejaba amedrentar. El Señor se le apareció y le dijo: “¡Animo!, pues como has dado testimonio de mí en Jerusalén, así debes darlo también Roma”. La suerte estaba echada y Pablo apeló al emperador con el fin de llegar a la capital del imperio.

EL TESTIGO

“Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”

Pablo en su cautiverio da testimonio de su fe en Cristo resucitado ante las autoridades judías y romanas. El procurador Festo no entendía mucho de lo que se le acusaba a Pablo pero sí le quedó claro de que Pablo habla de un tal Jesús ya muerto, de quien afirma que vive.

Pablo sabía y predicaba que la ley de Moisés no podía salvar al hombre y que la salvación le venía por la fe en el Mesías Jesús. Por otra parte, la afirmación de la resurrección de Jesús que predicaba era fuente de vida, de esperanza y de compromiso de vida. Estas dos convicciones le hacían escribir a los fieles de Galacia: “ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,19).

Apoyado en esa fe y esa certeza emprendería su viaje a Roma, superaría un naufragio, llegaría a Roma y allí entregaría su vida por el Evangelio.

ESTANCIA DE PABLO EN ROMA DONDE FUE DECAPITADO.

Del azaroso viaje de Pablo a Roma en calidad de prisionero, sabemos de una detención obligada en la isla de Malta , que pudo extenderse durante tres meses.

La cautividad de Pablo en Roma, considerada un hecho fidedigno, habría tenido una duración de dos años, tiempo en que el Apóstol no vivió encarcelado sino en custodia lo que, sin embargo, acotó sus libertades.

¿VIAJÓ A HISPANIA?

Una de las cuestiones sobre la que no existe una definición clara es si, luego de esa custodia domiciliaria de Pablo en Roma, se produjo su liberación seguida de algún otro viaje (por ejemplo, si llevó adelante su proyecto de viajar a Hispania), antes de morir en la misma Roma.

Favorecen esta hipótesis la Primera epístola de Clemente y el Fragmento Muratoriano. Existen razones para afirmar como «plausible y altamente probable» que Pablo haya realizado una misión en Tarragona en condiciones penosas debidas a su condición de exiliado.

MUERTE BAJO EL GOBIERNO DE NERON

Pablo fue decapitado en la misma Roma bajo Nerón (Eusebio de Cesarea)

En cambio, tanto la tradición eclesiástica como los análisis historiográficos y exegéticos coinciden en señalar que la muerte de Pablo acaeció en Roma bajo el gobierno de Nerón, y que tuvo un carácter violento.

-Ya Ignacio de Antioquía señaló el martirio de Pablo en su Carta a los efesios XII, escrita probablemente en la primera década del siglo II. Respecto de la fecha, existe una tradición de su muerte en la misma época que Pedro (año 64) o un poco más tarde (67).

-Eusebio de Cesarea describe que «está registrado que Pablo fue decapitado en la misma Roma, y que Pedro también fue crucificado bajo Nerón”.

-Tertuliano describe que Pablo sufrió una muerte similar a la de Juan el Bautista, quien fue decapitado: “¡Cuán feliz es su iglesia, en la cual los apóstoles derramaron toda su doctrina junto con su sangre! ¡Donde Pedro soportó una pasión como la de su Señor! Donde Pablo ganó su corona en una muerte como la de Juan (el Bautista)”

-San Jerónimo en su obra De Viris Illustribus (392 d.C.), menciona que «Pablo fue decapitado en el decimocuarto año de Nerón y que fue enterrado en la vía Ostia en Roma».

SEPULTURA Y CULTO

Tumba de San Pablo en la Basílica de San Pablo Extramuros.

Se supone con fundamento que la basílica de San Pablo Extramuros se edificó en el lugar donde descansan los restos del Apóstol.

Entre las fuentes más antiguas que vinculan la muerte de Pablo con Roma se encuentran el testimonio de su sepultura en la vía Ostiensis por parte del presbítero Caius a fines del siglo II o principios del siglo III, “Yo puedo mostrarte los trofeos de los Apóstoles; si quieres ir al Vaticano o a la vía Ostiense, encontrarás los trofeos de los fundadores de esta Iglesia”.

– Y un calendario litúrgico del siglo IV sobre el entierro de los mártires.

-Asimismo, la Pasión de Pablo del Pseudo Abdías (siglo VI) señaló la sepultura del Apóstol «fuera de la ciudad […], en la segunda milla de la vía Ostiense», más precisamente «en la hacienda de Lucina», una matrona cristiana, donde más tarde se levantaría la basílica de San Pablo Extramuros.

-Tras una serie de excavaciones realizadas en la basílica romana de San Pablo Extramuros desde 2002, un grupo de arqueólogos del Vaticano descubrieron en 2006 restos humanos óseos en un sarcófago de mármol ubicado bajo el altar mayor del templo. La tumba data aproximadamente del año 390.

Mediante la técnica de datación por medición del carbono-14, pudo determinarse que los restos óseos datan del siglo I o II. En junio de 2009, el papa Benedicto XVI anunció los resultados de las investigaciones realizadas hasta ese momento y expresó su convicción de que, por los antecedentes, ubicación y datación, podría tratarse de los restos del Apóstol.

-Se encuentra documentada la forma en que se desarrolló prontamente el culto a Pablo en Roma y cómo se expandió posteriormente por distintas localidades europeas y norteafricanas.

OTROS DATOS DE LA VIDA DE SAULO

Dejó escrito: «He combatido bien mi combate; he terminado mi carrera; he guardado la fe. Ahora me está reservada la corona de justicia que Dios, justo juez, me dará en su día; y no solo a mí, sino a todos los que aman su venida».

Y fue mucha verdad que combatió, que hizo muchas carreras y que guardó la fe. Su competición, desde Damasco a la meta –le gustaba presentar la vida cristiana con imágenes deportivas– no fue en vano, y merecía el podio. Siempre hizo su marcha aprisa, aguijoneado con el espíritu de triunfo, porque se apuntó, como los campeones, a los que ganan. En otro tiempo, tuvo que contentarse con guardar los mantos de los que lapidaban a Esteban. Después se levantó como campeón de la libertad cristiana en el concilio que hubo en Jerusalén. Y vio necesario organizar las iglesias en Asia, con Bernabé; ciega con su palabra al mago Elimas y abre caminos en un mundo desconocido.

Suelen acompañarle dos o tres compañeros, aunque a veces va solo. Entra en el Imperio de los ídolos: países bárbaros, gentes extrañas, ciudades paganas, caminos controlados por cuadrillas de bandidos, colonias de fanáticos hebreos fáciles al rencor y tardos para el perdón. Antioquía, Pisidia, Licaonia, Galacia. Y siempre anunciando que Jesús es el hijo de Dios, Señor, Redentor y Juez de vivos y muertos que veinte años antes había ido de un lado para otro por Palestina, como un vagabundo, y que fue rechazado y colgado en la cruz por blasfemo y sedicioso.

Los judíos se conjuraron para asesinarle. En la sinagoga le rechazan y los paganos le oyen en las plazas. Alguno se hace discípulo y muchos se amotinan, le apedrean y maldicen. Va y viene cuando menos se le espera; no tiene un plan previo porque es el Espíritu quien le lleva; de casi todos lados le echan.

Filipos es casi-casi la puerta de Europa que le hace guiños para entrar; de allí es Lidia la primera que cree; pero también hubo protestas y acusaciones interesadas hasta el punto de levantarse la ciudad y declararlo judío indeseable haciendo que termine en la cárcel, después de recibir los azotes de reglamento. En esta ocasión, hubo en el calabozo luces y cadenas rotas.

Tesalónica, que es rica y da culto a Afrodita, es buena ciudad para predicar la pobreza y la continencia. Judío errante llega a Atenas –toda ella cultura y sabiduría– donde conocen y dan culto a todos los diosecillos imaginables, pero ignoran allí al Dios verdadero que es capaz de resucitar a los muertos como sucedió con Jesús.

Corinto le ofrece tiempo más largo. Hace tiendas y pasa los sábados en las sinagogas donde se reúnen sus paisanos. Allí, como maestro, discute y predica.

El tiempo libre ¡qué ilusión! tiene que emplearlo en atender las urgencias, porque llegan los problemas, las herejías, en algunas partes no entendieron bien lo que dijo y hay confusión, se producen escándalos y algunos tienen miedo a la parusía cercana. Para estas cuestiones es preciso escribir cartas que deben llegar pronto, con doctrina nítida, clara y certera; Pablo las escribe y manda llenas de exhortaciones, dando ánimos y sugiriendo consejos prácticos.

En Éfeso trabaja y predica. Los magos envidian su poder y los orfebres venden menos desde que está Pablo; el negocio montado con las imágenes de la diosa Artemis se está acabando. Las menores ganancias provocan el tumulto.

Piensa en Roma y en los confines del Imperio; el mismo Finisterre, tan lejano, será una tierra bárbara a visitar para dejar sus surcos bien sembrados. Solo el límite del mundo pone límite a la Verdad.

Quiere despedirse de Jerusalén y en Mileto empieza a decir «adiós». La Pentecostés del cincuenta y nueve le brinda en Jerusalén la calumnia de haber profanado el templo con sacrilegio. Allí mismo quieren matarlo; interviene el tribuno, hay discurso y apelación al César. El camino es lento, con cadenas y soldados, en el mar naufraga, se producen vicisitudes sin cuento y se hace todo muy despacio.

La circunstancia de cautivo sufrido y enamorado le lleva a escribir cartas donde expresa el misterio de la unión indivisible y fiel de Cristo con su Iglesia.

Al viajero que es místico, maestro, obrero práctico, insobornable, valiente, testarudo, profundo, piadoso, exigente y magnánimo lo pone en libertad, en la primavera del año sesenta y cuatro, el tribunal de Nerón. Pocos meses más tarde, el hebreo ciudadano romano tiende su cuello a la espada cerca del Tíber.

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