La Iglesia celebra el 22 de agosto la Festividad de la Bienaventurada y Santísima Virgen María como Reina Madre. Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo y por lo tanto Reina de todo lo creado.
El dogma de la Asunción, que celebramos el pasado día 15 de agosto, nos lleva de modo natural a ésta nueva a fiesta Mariana del próximo día 22, donde celebraremos la Realeza de María. Ella fue trasladada al Cielo en cuerpo y alma para ser coronada por la Santísima Trinidad como Reina; así lo enseña el concilio Vaticano II: «terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cfr. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte». Esta verdad ha sido afirmada desde tiempos antiquísimos por la piedad de los fieles y enseñada por el Magisterio de la Iglesia.
Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris Mater, enseña: «La Madre de Cristo es glorificada como Reina universal. La que en la anunciación se definió como esclava del Señor fue durante toda su vida terrena fiel a lo que este nombre expresa, confirmando así que era una verdadera «discípula» de Cristo, el cual subrayaba intensamente el carácter de servicio de su propia misión: el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos (Mt 20, 28).
Por esto María ha sido la primera entre aquellos que, «sirviendo a Cristo también en los demás, conducen en humildad y paciencia a sus hermanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar» (Const. Lumen gentium, 36), y ha conseguido plenamente aquel “estado de libertad real”, propio de los discípulos de Cristo: ¡servir quiere decir reinar! (…). La gloria de servir no cesa (…); asunta a los cielos, ella no termina aquel servicio suyo salvífico…».
Santa María es una Reina sumamente accesible, pues todas las gracias nos vienen a través de su mediación maternal.
Un poco de historia
Esta festividad, fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.
María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.
María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.
La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.
La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
El reino de Santa María, a semejanza y en perfecta coincidencia con el reino de Jesucristo, no es un reino temporal y terreno, sino más bien un reino eterno y universal. Es un reino eterno porque existirá siempre y no tendrá fin y universal porque se extiende al Cielo, a la tierra y a los abismos.
Es un reino de verdad y de vida. Para esto vino Jesús al mundo, para dar testimonio de la verdad y para dar la vida sobrenatural a los hombres. Es un reino de santidad y justicia porque María, la llena de gracia, nos alcanza las gracias de su Hijo para que seamos santos y de justicia porque premia las buenas obras de todos.
Es un reino de amor porque de su eximia caridad nos ama con corazón maternal como hijos suyos y hermanos de su Hijo. Es un reino de paz, nunca de odios y rencores; de la paz con que se llenan los corazones que reciben las gracias de Dios.
Santa María como Reina y Madre del Rey es coronada en sus imágenes según costumbre de la Iglesia para simbolizar por este modo el dominio y poder que tiene sobre todos los súbditos de su reino.
Oración
“Oh Dios, que nos han dado como Madre y como Reina, a la Madre de tu Unigénito; concédenos, por su intercesión, el poder llegar a participar en el Reino celestial de la gloria reservada a tus hijos”
Amen.
La Coronación
María es Reina: Dios te salve Reina y Madre… Es Madre de Cristo, Rey universal por la plenitud de todo poder. María participa de la Realeza del Hijo al llevarlo virginalmente en sus entrañas
Cristo reconoce la realeza de su Madre: es el mejor de los hijos de los hombres. Por eso, María, asunta al Cielo en cuerpo y alma, es coronada como Reina por su Hijo. Cristo es Rey por derecho propio y absoluto. María es Reina por gracia del Hijo.
Veneramos a la Virgen Madre como Reina de los coros angélicos: los Ángeles, los Arcángeles, las Potestades, las Dominaciones, los Tronos y Serafines. María es Reina de los Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores, de las Vírgenes. Es Reina de las almas del Purgatorio, de la Iglesia peregrina, de la familia, de la paz… Reina del Rosario.
Reconocemos la Realeza de la Virgen María consagrándonos a Ella en esclavitud. Somos totalmente de la Virgen María y todas nuestras cosas son suyas como la mejor manera de ser totalmente de Cristo y de su Iglesia. Expresamos nuestra dependencia de María Reina con el Rosario como cadena que nos ciñe a su corazón y nos empapa de sus sentimientos de Madre-Reina para mejor conocer, amar e imitar a Cristo.
Madre querida, la justicia de Dios no estaba satisfecha con reunirte en cuerpo y alma para que pudieras imitar a Jesús en su Reino. Tu divino Hijo, Dios y Señor, te coronó como Reina de Cielo y Tierra.
En la tierra eras la desconocida Madre de Jesús. Tu humildad asombró a los ángeles y confundió a los demonios. Es verdaderamente justo, que ahora tu grandeza sea manifestada a todos los hijos de Dios.
Tu solo deseo es el de conducirnos a Jesús y tu única oración es por nuestra salvación. Agradecemos tu solicitud y nos entristece nuestra negligencia.
Tu coronación nos garantiza que algún día seremos gloriosamente coronados. Dios enjugará todas nuestras lágrimas y nos será otorgada la luz de la Gloria.
Tu corazón fue lacerado con Siete Dolores durante su terrenal peregrinaje. Ahora, doce estrellas, circundan tu cabeza y la luna está bajo tus pies.
Tú eres Reina del Universo, los ángeles te sirven, las constelaciones enmarcan tu belleza. Obtén para nosotros, Madre querida, la gracia necesaria para un día entrar en Su Reino y recibir la corona de Santidad.
SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh! clementísima, ¡Oh! piadosa, ¡Oh! dulce Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesuscristo.
Amén.
Capilla Virgen Reina – Albelda de Iregua (La Rioja)
Desde la ésta Capilla, situada en Albelda de Iregua (La Rioja), entre el Juncal y La Tapiada, en la carretera de Soria, N-III (Punto kilométrico 323) a tan sólo 10 kms. de Logroño, nos envían el cartel con los actos preparados para su Festividad y nos invitan a participar en todos sus actos.